EL CICLISTA ERRANTE

El gusto es personal; el buen gusto es una norma. Pero sea cual sea el gusto o la norma, Rob cree que una buena fotografía empieza siempre por una observación meticulosa. Por eso, prefiere descubrir despacio el mundo que lo rodea, a ser posible en bicicleta o, en su defecto, en coche. Fotografiar lo que uno ve va más allá de mirar y disparar, de presenciar y documentar. Observar y fotografiar lleva tiempo. Es un proceso en el que hay que mirar, ver, elegir un ángulo y un encuadre, iluminar, disponer, preparar, esperar a que en la imagen aparezca lo que el fotógrafo ya ha visto y, entonces, congelarla. En ese proceso radica la individualidad del artista. Y en el tiempo que dura ese proceso, te fundes con tu entorno. Así es como Rob ha aprendido sobre la naturaleza viva y muerta, y así entra en contacto con la gente local, sus costumbres y su cultura.

Rob es un fotógrafo errante. Cuando está en casa, busca y estudia su destino. Luego carga su equipo personal y fotográfico en su bicicleta de travesía y desaparece durante semanas, confundiéndose con su destino y llenando tarjetas SD. Cuando vuelve al estudio, escoge la obra más impactante para editarla, mostrarla en su sitio web e imprimirla para exponerla en todo su esplendor.

La fotografía ha hecho de Rob un trotamundos experimentado. Esto requiere fuerza, un buen equipamiento y algunos conocimientos de orientación, puesto que los caminos secundarios, por muy seguros que sean en cuanto al tráfico, no suelen estar bien cartografiados. Las zonas poco pobladas y las largas distancias exigen racionar con prudencia la comida y la bebida. La naturaleza y sus elementos se han convertido en un segundo hogar en el que Rob ha aprendido a vivir. Es donde le gusta estar, con su bicicleta indestructible y especial como fiel compañera.

En estas páginas encontrarás algunas de las aventuras fotográficas itinerantes de Rob y las de los amigos que comparten su pasión. ¿El lema de Rob?: «Coge tu bicicleta, ponte en marcha y las imágenes más hermosas vendrán solas a ti».

Las bicicletas: Dear One I y Dear One II

Rob le exige mucho a su bici. No en vano, en sus búsquedas fotográficas a menudo roza los límites de lo imposible. Su trabajo más interesante nace en las condiciones meteorológicas más adversas: lluvia, barro, caminos en mal estado, piedras, subidas y bajadas. Además, el peso que tiene que cargar es enorme: unos 30 kilos, entre el moderno equipo de acampada ultraligero, la ropa, las herramientas y las piezas de repuesto. Eso sin contar el agua, la comida y el equipo fotográfico, que incluye la cámara, el trípode, los objetivos y el ordenador portátil. En total son más de 55 kilos de equipaje.

Una bicicleta así ha de ser lo más ligera posible sin parecer un juguete, además de estar especialmente diseñada para transportar mucho equipaje en condiciones difíciles. Es imprescindible que sea robusta, rígida y pensada para largas distancias. Algunos ciclistas prefieren los cuadros de acero; otros, los de aluminio, y los más caros son de titanio, lo que también encarece el precio de la bicicleta.

La primera bici de travesía de Rob fue una Giant Expedition. Un modelo antiguo de 1993, muy modificado con los años. Llamaba a su querida bicicleta «Dear One» (‘Querida’).

La bici de travesía se ha vuelto muy popular entre los ciclistas nacionales e internacionales de turismo, vacaciones y viajes. La última moda se llama bikepacking, y en los últimos años se han producido enormes mejoras en la tecnología y el equipamiento. Hoy en día, la gente prefiere una transmisión por correa fiable que necesite poco mantenimiento en lugar de una cadena. También los cambios de marchas descubiertos han quedado desfasados y han sido sustituidos por sofisticados cambios internos (IGH).

En vista de los continuos avances técnicos, Rob jubiló su adorada Dear One I y se convirtió en orgulloso propietario de su actual ojito derecho, la Dear One II, una bicicleta Santos de fabricación neerlandesa que es, con diferencia, la más resistente de las bicicletas de senderismo resistentes que hay en el mercado. Perfecta para las sinuosas expediciones ciclistas de Rob, aunque la fábrica tuvo que hacerle algunas adaptaciones personalizadas antes de que pudiera emprender el viaje.

Aun con el sistema de transmisión más moderno, pedalear por empinadas carreteras de montaña con 55 kilos de equipaje a cuestas, más el peso de la bicicleta y el propio peso corporal, es casi imposible. Y en los últimos años, la fuerza muscular de Rob ha empezado a disminuir. Por suerte, Santos fabrica también modelos con motor, lo que ha permitido a Rob ampliar su radio y seguir haciendo fotos y viajando por los senderos no señalizados que tanto le gustan.

Lo llamemos como lo llamemos —bikepacking o cualquier otro nombre—, el lema de Rob sigue siendo válido: «Coge tu bicicleta, ponte en marcha y las imágenes más hermosas vendrán solas a ti».

Recorrido por los Países Bajos (1): el norte

Del 24 de julio al 3 de agosto de 1995

Después de un año de duro trabajo en nuestro estudio fotográfico, los tres hicimos un recorrido por nuestro país. Empezamos en Eindhoven, en el sur de los Países Bajos, y pusimos rumbo al norte, después al oeste y luego, otra vez al sur. El de aquel año fue un verano extremadamente caluroso. En vez de acampar, nos alojamos en pensiones, por lo que las bicis no iban tan cargadas. Fue nuestro primer gran viaje en bicicleta como equipo.

Perdón por la mala calidad de las fotos; tuve que escanearlas de nuestros diarios personales.

Días 1-2: Eindhoven > Tiel > Apeldoorn (168 km)

Excepto en el extremo sur y el centro del país, donde el terreno es un poco montañoso, los Países Bajos son un país más o menos llano.

Nuestro viaje nos llevó por brezales arenosos, que se transformaron en arcilla en las zonas fluviales un poco más al norte. Esto se nota en las excelentes tierras de cultivo por las que se conoce a la región, aunque hoy en día la población local trabaja principalmente en la industria.

Era fácil pedalear a la sombra de los bosques que flanqueaban la ruta, aunque uno de nosotros empezó a sufrir molestias por culpa del sillín, que más tarde se convirtieron en un problema grave que nos obligó a cambiar el sillín por otro mejor. Un buen ejemplo de cómo la falta de experiencia puede arruinarte las vacaciones. Descansábamos bien cada noche, en alojamientos de gente maravillosa.

Días 2-4: Apeldoorn > Nunspeet > Hasselt (122 km)

Pasado el heterogéneo verdor de los prados y los bosques, nos adentramos en el brezoso paisaje del Veluwe. Nuestro entrenamiento invernal resultó ser una estupenda preparación para el terreno ligeramente accidentado, que no supuso ninguna dificultad.

Era la primera vez que sentíamos de verdad el sol abrasador. Consumíamos más agua, pero en Holanda nunca es un problema beber agua del grifo. Las distancias son cortas, y el agua es de buena calidad y se encuentra fácilmente cada pocos kilómetros.

Esta parte de Holanda es una reserva natural muy apreciada por los turistas aficionados al aire libre. Se trata de una zona en la que predominan los pinares. Las granjas avícolas de los alrededores de Barneveld son famosas por sus huevos grandes y sabrosos y por la carne de pollo.

Después de un día caluroso empezó a llover, como una ducha tibia.

Días 5-6: Hasselt > Balk > Joure (158 km)

Nos adentramos entonces en un paisaje muy diferente. Esta parte de Holanda, situada a lo largo de la orilla oriental del lago IJsselmeer, se conocía antes como Zuiderzee (‘mar del Sur’). En 1932 lo cerraron con un dique que lo separaba del mar del Norte para formar un extenso lago. En sus riberas todavía pueden verse los antiguos puertos, pueblos de pescadores y ciudades, y aún hoy queda patente que hace siglos fueron centros mercantiles muy activos.

En Zwart Sluis escuchamos la peculiar historia de un ermitaño llamado Bolle Willempien, que en torno a 1880 llevaba una existencia sencilla en esa región inhóspita y pantanosa. En neerlandés antiguo, bolle significa ‘ternero nacido muerto’. Eso era lo que comía. Por qué vivía en mitad de la nada, donde también murió, es algo que nunca sabremos. Una organización benéfica compró en su memoria ese pequeño pedazo de tierra, que se ve justo detrás de nosotros en la fotografía.

Aquella noche nos quedamos en casa de un viejo teólogo. Fue una velada fascinante. Cuando viajas de esta forma, te encuentras con auténticos personajes.

Al día siguiente volvió a hacer mucho calor. Al final de la jornada, el cielo se tornó negro como la noche en cuestión de minutos. No nos dio tiempo a guarecernos en el siguiente pueblo, tres kilómetros más adelante, así que nos quedamos presenciando la lluvia torrencial, los relámpagos y los truenos al abrigo de un árbol.

Días 7-8: Joure > Breezand > Hoorn (211 km)

El caluroso verano derivó en una ola de calor que duró unas cuantas semanas. Las temperaturas superaban los 35 grados, algo casi insólito en los Países Bajos. ¡Menos mal que teníamos la suerte de estar dotados de una espesa cabellera!

En esa zona no hay bosques que den sombra. En su lugar, hay una serie de atractivos puertos antiguos, como el de Stavoren, que se han ido sedimentando a lo largo de los siglos.

Ante nosotros se extendía el Afsluitdijk, con sus 30 kilómetros de largo y sin protección alguna contra el viento, pero tuvimos suerte con el fuerte viento de levante.

De nuevo rumbo al sur, entramos en una parte del noroeste de Holanda famosa por sus bulbos, en especial los tulipanes. En primavera se llena de color.

Nos dejó impresionados que ni un solo ladrillo estuviera fuera de lugar. La protección de Holanda contra las tormentas fuertes depende del estado de esas presas, dunas y diques. La mayor parte de las tierras y los pueblos del oeste se han ganado al mar con la ayuda de presas y están por debajo de su nivel.

Terminamos esta etapa inolvidable del viaje en Hoorn. En los siglos XVI y XVII, Hoorn era un puerto marítimo más importante que Ámsterdam. Los barcos que regresaban de las Indias podían acceder fácilmente al puerto, pero cuando Ámsterdam mejoró sus instalaciones, acortó ese tramo final del trayecto de las naves.

Días 9-10: Hoorn > Naarden > Overheicop (101 + 80 km)

Mis compañeros, Josie y Edo, tenían que tener mucha paciencia conmigo. Cada vez que veía un tema interesante para una foto, tenía que pararme. Los resultados pueden contemplarse en las series Barns (Graneros) y Low Lands (Tierras bajas). Aquellos tres últimos días tuve mucha suerte con mi fotografía, aunque los contrastes eran demasiado intensos bajo el sol abrasador.

Cuando el IJsselmeer estaba todavía abierto al mar se llamaba De Zuiderzee (‘mar del Sur’), y ciudades como Marken y Volendam eran pequeñas islas. La gente vivía aislada con su flota pesquera. Cuando hicimos este viaje, los habitantes aún se aferraban a sus viejas tradiciones y vestimentas.

Pedaleamos a la vera del río Vecht, en cuyo curso construyeron hermosas casas los ricos comerciantes del siglo XVII.

En los Países Bajos tenemos la suerte de contar con carriles bici seguros y en buen estado separados de la carretera principal, lo que significa que casi nunca se producen pinchazos. Pero viajar en bicicleta requiere siempre ciertos conocimientos y experiencia en reparaciones básicas, y al final tuvimos nuestro primer problema mecánico, que nos obligó a cambiar dos radios rotos. Sin embargo, fue otro el motivo por el que tuvimos que cambiar nuestros planes: ¡el dolor por culpa del sillín!

Día 11: Overheicop > Bolduque > Eindhoven

El paisaje y la arquitectura que se presentaban ante nuestros ojos empezaron a resultarnos más familiares. Volvíamos a estar en nuestra región, otra vez en medio —como puede apreciarse— de una rica variedad de verdes que teñían los bosques y los prados típicos de la parte meridional de los Países Bajos.

Cada bicicleta llevaba una carga de unos 20 kilos, que no es mucho, porque no llevábamos equipo de acampada. El terreno era llano, así que, excepto por el calor, el viaje había sido fácil.

Después de la comida del último día, Edo se adelantó para llegar a Eindhoven dos horas antes que nosotros. Estaba en muy buena forma y, sencillamente, no podíamos seguirle el ritmo. Pero con un poco más de entrenamiento en larga distancia, todos pensamos que estaríamos preparados para desafíos más osados…

Recorrido por los Países Bajos (2): el sur y Bélgica

Del 19 de julio al 8 de agosto de 1996

Después de haber recorrido el norte de Holanda el año anterior, esta vez pasamos las vacaciones de verano en el sur. Empezamos en la provincia de Limburgo, para luego seguir por la región belga de las Ardenas. Fue de nuevo un verano muy caluroso; en las Ardenas, el paisaje montuoso se volvía casi montañoso por momentos.

Me temo que tampoco estas fotos son de gran calidad.

Días 1-2: Eindhoven > Maastricht > Bemelen

Partimos temprano. Por la mañana hacía un poco de frío, pues durante varios kilómetros circulamos a lo largo de un canal. Pero las condiciones eran agradables, con terreno completamente llano y sin viento.

Llegamos a Maastricht, nos registramos en nuestro camping y decidimos quedarnos un día más en esa ciudad de más de dos mil años de antigüedad para poder recorrer en bicicleta las maravillosas colinas de esa parte del sur de los Países Bajos.

Días 3-4: Bemelen > Vaals > Valkenburg > Bemelen

Al día siguiente hicimos una excursión de reconocimiento a Vaals, sin saber que esa era la ruta ciclista más ardua de todo el país. Sabíamos que Vaals era el punto más alto de los Países Bajos, ¡pero no que habría colinas tan empinadas!

El paisaje era precioso, con rutas umbrías y pequeños arroyos. Visitamos Valkenburg, una pequeña y encantadora ciudad turística con antigua arquitectura de arenisca que durante siglos se ha extraído de la colina St. Pietersberg, al sur de Maastricht.

Días 4-6: Berg en Terblijt > Maastricht

Pasamos dos días sin pedalear largas distancias. En vez de eso, nos dedicamos a recorrer los pueblos típicos de la zona, como Berg en Terblijt, donde también pueden visitarse las casas cueva.

Maastricht, fundada por los romanos, no es la típica ciudad neerlandesa; da la impresión de que estás en Francia. Gente de trato fácil. Maastricht y Nimega son las ciudades más antiguas de los Países Bajos. Si vienes a Holanda, además de Ámsterdam, no olvides visitar esas ciudades.

Bonitos campos, pedaleo relajado. Cogimos práctica en las subidas y, de vez en cuando, yo sacaba alguna que otra foto, algunas de las cuales pueden verse en Red Flowers» (Flores rojas).

Una cerveza fría por la tarde. ¡Tómate dos y las piernas te pesarán como el plomo!
Cadier en Keer era un pueblecito que visitábamos con frecuencia por una pequeña y encantadora cafetería donde servían comidas deliciosas. Diez años más tarde, mi hijo Edo se fue a Maastricht a estudiar Derecho. Por suerte, encontró una habitación en Cadier en Keer y casi cada semana podía disfrutar de una suculenta cena en ese café.

Días 7-8: Maastricht > Lieja > Amay

A la mañana siguiente partimos hacia Lieja. La ruta era cuesta arriba a lo largo del río Mosa. Esa región de Bélgica se llama Valonia y allí hablan francés.

Las afueras de Lieja son un poco grises, pero el centro es precioso, con bonitas rutas a la vera del Mosa. Lieja tuvo en el pasado una próspera industria del carbón y del acero. Pasamos una velada encantadora en un restaurante cuyo cocinero italiano nos cantó canciones de su Nápoles natal.

De camino a Amay, un alemán perdió el control de la bici y se fue al suelo. Se lesionó la rodilla y tuvo que ir al hospital. Ir cuesta abajo con una bicicleta pesada puede ser complicado.

Después, un buen descanso y una buena cena en un pequeño camping de Amay.

Días 9-11: Amay > Namur > Dinant

Seguíamos una ruta maravillosa a lo largo del río Mosa, por lo que no tuvimos que subir muchas cuestas. A veces nos alejábamos del valle del río para visitar los pueblecitos de las riberas altas. Se practicaban allí muchos deportes al aire libre, como ciclismo, descenso de aguas bravas y escalada.

Conocimos a Will, un divertido inglés que iba acompañado de su mujer francesa. Era fotógrafo aficionado y hacía fotos con una cámara muy antigua y un paño negro.
Era temporada alta y Namur y Dinant estaban abarrotados. Los más jóvenes disfrutaban de los deportes al aire libre. Los hoteles y los campings eran ruidosos.

Días 12-14: Dinant > St. Hubert > La Roche-en-Ardenne > Spa

Esta parte de la ruta fue difícil. Hacía calor y nos enfrentamos al ascenso con más desnivel que habíamos hecho hasta entonces. Cruzamos los ríos Lesse y Lomme y continuamos subiendo hasta St. Hubert (590 metros).

Un poco menos turístico. Pueblos tranquilos en pleno bosque y junto a los ríos. Agricultura y silvicultura, principalmente. Gente amable.

Unos kilómetros más al este, Bastoña. El último invierno de la Segunda Guerra Mundial, los aliados estadounidenses libraron allí una cruenta batalla después de que hubieran rodeado sus posiciones.

Pusimos rumbo al norte hacia La Roche-en-Ardenne y descendimos por fin al valle del río Ourthe.

Encontramos un hotelito y tomamos una buena cena con un vaso de cerveza fría de bienvenida. Es una región con tradición cervecera.

Días 15-17: Spa > Verviers > Eupen

Hacía calor y tuvimos que subir unas cuantas cuestas. Yo agradecía cada trocito de sombra que proyectaban los árboles que flanqueaban la ruta. Pero cada subida tenía su recompensa: una hermosa vista del valle.

Dicen que para ser ciclista tienes que haber nacido escalador. Pues yo no lo era. Sin embargo, he aprendido una buena técnica: tómate tu tiempo, concéntrate, no tengas miedo. Elige la marcha correcta y no hagas muchos cambios. Inspira profundamente; a lo mejor crees que estás hiperventilando, pero es imposible. Al mismo tiempo, mantén las piernas en movimiento a tu propio ritmo. No es fácil, pero si perseveras, al cabo de unos segundos el oxígeno llega a los músculos de las piernas y la fatiga desaparece. No empieces a subir con falta de oxígeno: te quedarás sin aliento en diez minutos y tardarás un rato en recuperarte, física y mentalmente. Lo que tienes entre las orejas es lo más importante. No hay montaña que no puedas subir si de verdad quieres. Al final, acabas riéndote de esos jóvenes bravucones que te adelantaron.

Llegamos a Eupen. Un camping bonito, aunque un poco ruidoso.

Días 18-19: Eupen > Epen > Heerlen

El día se levantó ligeramente neblinoso y frío, pero enseguida volvió a salir el sol. Descendimos al valle del río Geul y lo seguimos río abajo. Un trayecto fácil que nos llevó de vuelta a la frontera con Holanda, donde recorrimos los pequeños pueblos del extremo meridional de Limburgo. Hermosos bosques y antigua arquitectura romana.

Nos hospedamos en una pensión regentada por una simpática familia que acababa de abrir su hotelito para mochileros. Nuestro anfitrión era profesor de Historia y seguimos siendo amigos después de todos estos años. ¡En los viajes cicloturistas conoces gente maravillosa!
Al día siguiente continuamos hacia el norte hasta Heerlen. Uno de nosotros empezó a encontrarse mal, con problemas estomacales e incluso un poco de fiebre. Poco después, estaba tan débil que no podía mantenerse sobre la bici. Es probable que la causa fuera agua potable contaminada. Nos subimos al tren en Heerlen y regresamos a Eindhoven.

Recorrido por Francia

Del 14 al 24 de agosto de 1997

Me fascina el carácter de muchos distritos fluviales: su paisaje e historia, la arquitectura de los pueblos asentados en las orillas y las diferencias entre sus habitantes. Incluso en las riberas de un mismo distrito, el ambiente a veces parece diferente. ¿A qué se debe? ¿Podría plasmarlo en fotografía?

Vacaciones de verano de 1997.

Aquel año solo estábamos nosotros dos. Metimos nuestras bicicletas en una caravana y nos fuimos al sur.

Días 1-4: Eindhoven > Charleroi > París > Orleans > Crouy sur Cosson

El de aquel año volvió a ser un verano extremadamente caluroso. Nos levantamos temprano, llenamos el depósito y los bidones cerca de Maastricht, en el profundo sur de Holanda, y disfrutamos del placentero viaje hasta Crouy, donde nos alojamos en un camping tranquilo y sencillo, pero con todas las comodidades que necesitábamos.

Al día siguiente hicimos una ruta de reconocimiento por las márgenes del Loira. Terreno bastante llano, buena gente y una buena infraestructura vial. Decidimos quedarnos un poco más. Las rutas cicloturísticas eran seguras y el campo resultaba interesante.

Un día después visitamos una pequeña localidad llamada Meung-sur-Loire, situada en la antigua ruta norte-sur hacia París. No había mucho que ver. Sin embargo, de pequeño había leído Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas y en el libro sale Meung, donde el joven héroe conoce al que es su adversario durante toda la historia. Sentía curiosidad por saber cómo sería la ciudad. Y allí estaba yo.
Todavía pueden visitarse los establos donde los soldados cuidaban de los caballos, rodeados de pequeños edificios que antaño albergaban el hospital y el comedor de oficiales. Se nota por qué Dumas se inspiró en Meung.

Esta región de Francia es famosa por sus castillos. La mayoría no se construyeron como fortificaciones, sino como vistosos símbolos de estatus de los aristócratas franceses en los que se celebraban cacerías y encuentros con importantes embajadores o socios comerciales. Así lo atestiguan la arquitectura y los preciosos jardines.

La mayor parte de los interiores y del mobiliario fueron destruidos durante la Revolución francesa (1789-1799), cuando miles de personas perdieron la vida en la guillotina. Sin embargo, se han restaurado muchos muebles para dar una idea de cómo debían estar amueblados los castillos en aquella época.

Días 4-6: Crouy > Amboise > Montbazon

Dejamos el coche y la caravana en Crouy y empezamos a pedalear a la vera del Loira. Buena parte de la ribera es suelo privado y se usa para la jardinería, la agricultura, la pesca o el esparcimiento. El terreno es un poco montañoso, pero las pendientes no son pronunciadas. Hacía calor, pero el bosque ofrecía mucha sombra. Un agradable recorrido en bicicleta con caminos seguros y motoristas comprensivos.

Vimos algunos castillos muy grandes y decidimos visitar el de Chambord. Cruzamos el río Cher y avanzamos siguiendo el curso del Indre. Las vistas parecían sacadas de un cuento de hadas, con exuberantes riberas verdes y exquisitas flores silvestres. Para los amantes de la naturaleza apacible, el río Indre es el más bonito de la zona. Y moverte en bicicleta te permite tener tiempo para asimilar de verdad lo que estás viendo.

Nos hospedamos en pequeños hoteles y casas de huéspedes. Lo que necesitábamos lo llevábamos en las alforjas. Solo teníamos algo de ropa, un poco de comida, trozos de fruta y algo de agua. Con el peso mínimo, estábamos preparados para ascender, pero al final realmente no tuvimos que hacerlo.

Todo lo que se podía comprar fresco por la mañana, como pan y queso, estaba delicioso. También teníamos que lavar la ropa, pero se secaba en pocas horas. Por la noche cenábamos bien en establecimientos locales.
Guiarse por viejos mapas topográficos a veces resultaba difícil. Lo que parecía una buena ruta en el mapa podía ser en realidad todo lo contrario. Como este caso, donde seguimos nuestra brújula para luego descubrir que el camino estaba cortado por la valla de un nuevo tren de alta velocidad. No crucéis nunca las vías como lo hicimos nosotros aquel día: ¡poco después pasó un tren a trescientos kilómetros por hora!

Otra historia importante para los franceses, sobre todo en esta región, es la de Juana de Arco (1412-1431). Hija de un simple campesino, luchó junto al ejército francés durante la larga guerra contra los ingleses. Mientras portaba la armadura, escuchó la voz de Dios. Sirvió de inspiración a los soldados franceses y llegó a ocupar altos cargos políticos antes de ser capturada y vendida a los ingleses. Después de una serie de complicados juicios en los que se la acusó de brujería, fue condenada a muerte en el castillo de Loches y finalmente quemada en la hoguera en Ruan.

La propia Loches es un pueblo bien conservado con un bonito casco antiguo medieval.

Días 7-9: Loches > St. Aignan > Salbis > Gien > Orleans

Pedaleamos hacia el sur y luego otra vez hacia el noreste. Era una ruta fácil: una región agrícola con algo de actividad comercial en los cascos antiguos, pero sin mucho ajetreo. A raíz de este viaje, mi planteamiento cambió y empecé a viajar en bici con un equipo de acampada en las alforjas.

Un último descanso a la sombra antes de volver a casa.

Mi compañera Josephine terminó en la universidad donde había trabajado durante años y después se fue a Indonesia, donde la estaba esperando otro trabajo maravilloso entre los pobres.

Amigos

Todos mis compañeros de fatigas comparten el sentido del humor, el amor por la gente y su cultura, la pasión por la naturaleza y su lenguaje sin palabras, la curiosidad y, sobre todo, la valentía de enfrentarse a sí mismos. Les gusta la compañía, pero también aprecian la soledad.

Como podrás ver si abres los enlaces que llevan a sus propios sitios web, nuestras razones para viajar son todas diferentes. La mía es la cultura y la arquitectura de Europa occidental, principalmente de la Edad Media y el Renacimiento. Para mí, viajar consiste también en aceptar los elementos en una batalla justa: superar ese desafío lo considero un logro.

Algunos de mis amigos son trotamundos profesionales. Escriben libros maravillosos, dan conferencias e imparten clase a estudiantes. Algunos han demostrado cómo el ser humano es capaz de sobrevivir sin ayuda mecánica en las condiciones más extremas que puedan encontrarse en el planeta. Esto, a su vez, significa que todos nosotros podemos explorar el extraordinario mundo que hay entre esos extremos sin necesidad de estar tan en forma como los deportistas de élite.

También compartimos la creencia de que nuestro mundo es precioso y es nuestro deber cuidarlo poniendo en la tarea tanto nuestro corazón como nuestro cerebro. A continuación puedes conocer un poco mejor a mis amigos y descubrir las cosas increíbles que su naturaleza inquisitiva los ha ayudado a crear.

Frank van Rijn

Después de estudiar Electrónica en la Universidad de Delft, Frank intentó trabajar como profesor, pero descubrió que lo suyo era más bien recorrer el mundo en bicicleta. Y lo ha estado haciendo durante más de cuarenta años. Cuando no está subido a la bici, Frank lleva una vida sencilla en un pequeño pueblo de Holanda, donde escribe libros fascinantes sobre sus viajes.

www.frankvanrijn.nl | NL/EN

Concentración. La mala orientación conduce a la incertidumbre; la incertidumbre, al pánico, y el pánico, a perderse y estar solo en algún lugar de las ardientes arenas del desierto. Frank lo sabe (por aquel entonces no existían los navegadores por satélite).

Fotografía: Van Rijn/Cedida por: Elmar publishers

Eric Schuyt

Eric es otro ciclista neerlandés. Estudió Contabilidad, pero luego decidió dedicarse a pedalear por el mundo. Regenta una agradable tienda de bicis en Ámsterdam, donde cuenta con el apoyo de excelentes técnicos, asistentes con mucha experiencia y su compañera, Carla. Si Dear One necesita un buen tratamiento, Eric es la persona a quien acudir. Y, por si fuera poco, también es buen músico.

www.vakantiefietser.nl | NL/EN

www.carlaeneric.nl | NL

Fotografía: Schuyt-Vermond/Cedida por: Holland publishers

Tilmann Waldthaler

¿De verdad importa dónde naciste? Tilmann nació —quizá en Alemania, quizá en otro sitio— y ahora vive en nuestro planeta. Y también para él.

Es un excelente fotógrafo y periodista, pero por encima de todo, Tilmann nació para montar en bicicleta. Ha sido ciclista toda la vida y sigue siéndolo. De todos los lugares en los que ha estado, fue Australia la que le robó el corazón.

Lee su web con detenimiento y presta especial atención a las palabras que no pronuncia.

www.tilmann.com/ | DE/EN

Reinhold Messner

Con 15 años, Reinhold y su hermano Günter ya estaban entre los mejores alpinistas del mundo. Nacido en el Tirol austriaco, Reinhold ha dedicado toda su vida a ser explorador e investigador geográfico, no solo en la alta montaña, sino también atravesando regiones remotas como la Antártida y el desierto de Gobi. La mayoría de las veces lo hace solo y a pie. En 1970 pagó el precio más alto que un hombre puede pagar: perdió a su hermano Günter en el Nanga Parbat del Himalaya. Una tragedia que, sin embargo, no le privó de su extraordinaria valentía.

Reinhold, de nacionalidad italiana, ha escrito muchos libros y trabaja como activista político y embajador de la naturaleza.

Visita su web: «Lo que soy es lo que hago».

www.reinhold-messner.de | DE

Mirjam Wouters

Por diversas cuestiones, la joven Mirjam no tuvo la oportunidad de estudiar, pero transcurridos más de diez años y recorridos 90 000 kilómetros en bicicleta, regresó por fin a su hogar convertida ya en madre. Durante todo ese tiempo se dedicó a seguir su instinto, dejando que el destino marcara su curso, convencida de que lo que tuviera que pasar, pasaría. Con el paso de los años, el lema vital de Mirjam pasó de ser «Una vida sobre dos ruedas» a «La única certeza es el cambio».

Habida cuenta de todas las increíbles aventuras vividas durante su viaje, podría esperarse que tuviera una visión más espiritual de la vida, pero sus conclusiones siguen siendo muy prácticas y caracterizadas por su actitud de «Si puedo, voy en bicicleta. Si tengo que trabajar, trabajo». Y siempre parecía toparse en su camino con esos trabajos tan necesarios. Para todos aquellos que envidien su estilo de vida, Mirjam tiene un consejo muy sencillo: «Déjalo todo atrás y limítate a pedalear».

Vista su web, Cycling Dutch Girl (‘La ciclista holandesa’).

cyclingdutchgirl.com/ | NL

Santos

No se lo oirás decir a su fundador, Robbert Rutgrink, pero su fábrica holandesa de bicicletas, Santos, es fruto de la frustración: «Si a nadie se le ha ocurrido pensar en lo que necesita una persona que viaja en bicicleta, nosotros mismos lo haremos». Las bicicletas Santos están fabricadas exclusivamente para sus dueños y equipadas como ninguna otra para su cometido. Muchas se completan con la ya famosa combinación de buje Rohloff y una transmisión por correa.

Visita su web de Bicicletas a medida.

www.santosbikes.nl | NL / E